17 octubre, 2006

IDEAMOS MIL EXCUSAS



Ideamos mil excusas para ya no dolernos por las pérdidas ante el desamor. Tratamos de ser más positivos, menos funestos, un poco más amables ante el rostro sereno de la vida. Sólo conseguimos engañar con nuestra apariencia externa; por dentro, nos preguntamos qué sucedió cuando le dimos paso a la desidia, al franco desinterés por uno saber uno del otro.

Algo nos aturdió por dentro, a tal grado que comenzamos a manifestar la indiferencia más austera, y luego aquel desconcierto que nos puso en aprietos, ese que contestó nuestras dudas a solas, en las noches más llenas de angustia.

Una muestra de cariño hubiera bastado para perdonarnos, una suave caricia nos hubiera dado el pase directo al paraíso del que fuimos expulsados. ¿Acaso siempre debe doblegar el orgullo a nuestras pasiones?, ¿acaso fue tan grave la profanación, el atrevimiento de poseerte con todos los sentidos a la espera de una sola orden tuya?

Con la merecida intensidad requerida para el caso, fui el enamoradizo de tus huertos profanos, el redentor de tus alrededores vacuos, pero también de tus vastas y hermosas playas. El comprender demasiado tarde los caprichos de tu fanatismo fue lo que nos llevó a la rotunda perdición, al ensayo vacío de salvar algo que ya no tenía remedio.

Conmovidos ante la separación inminente, ante el rechazo de las atenciones más finas, de los halagos más acertados, sólo nos abandonamos ante el portentoso roce de las palabras sabias que ubican todo en su respectivo y apropiado lugar.

Sin más jerarquías que el candor de tus respuestas, que el ánimo contagioso de tu sonrisa más sugestiva. Los errores del pasado vienen y van, se marchan a un rincón empolvado de la memoria que bloquea los eventos desafortunados.

Quizás debí tenerte más paciencia, más comprensión y más ternura al mismo tiempo; mezcla de ingredientes que ahora pudieran ser el bálsamo que aprisionara tu visión; que te hiciera perder tus íntimas reservas en un tornado de arrebatos. Las evasivas siempre sobrarán para nosotros, serán nuestros dardos venenosos, nuestras maneras inapropiadas de decirnos siempre adiós.

Sé bien que las inventamos por inventar, que no tropezamos con ellas de mala fe, pero nos da por volvernos mitómanos, por explicarle al mundo lo que medianamente reconocemos que sentimos; por darle un voto de sinceridad a las palabras que anteceden nuestros actos y lo más importante: por ocultar una falta de respeto que no mereces ni merezco.

En cambio, te ofrezco la tibieza de mis manos, el cálido rescoldo de mis hombros y la suavidad de mis labios recorriéndote la piel. En una nueva ruta, en un nuevo recorrido, en una nueva travesía donde exploremos nuestros instintos, nuestros anhelos y también nuestras cobardías. Hasta tocar el fuego con los dedos, perdiendo el miedo a volar y a soñar contigo de principio a fin. Dormido, despierto, con los párpados abiertos y la mente transportada hasta tus más hondos resquicios, hasta tus reveladoras e inolvidables formas de conquistarme. 

No hay comentarios.:

Related Posts with Thumbnails