26 octubre, 2006

TODO LO QUE SE NECESITA


Cuando la vida se vuelve tan frágil, lo único que se puede pedir es no sufrir la dolorosa fractura del aliento y seguir adelante hasta el último respiro.

Nada parece tan importante como tener la fuerza necesaria para seguir aferrado a una esperanza que se cristalice en el milagro de abrir los ojos y poder descubrir el sendero de la hermosa vida.

Una nueva dimensión redefine todo lo que rodea la existencia, comprobando que la frontera entre lo que es y lo que puede ser es infinitamente delgada y frágil.

Sin embargo, el poder que emana desde el propio interior habrá de servir para mantener la suficiente resistencia ante cualquier obstáculo que se interponga en el camino.

El ansia de continuar respirando sin contratiempos debe ser la premisa que prevalecerá ante el infortunio del destino. Todo lo que se necesita es tener fe en uno mismo.

17 octubre, 2006

IDEAMOS MIL EXCUSAS



Ideamos mil excusas para ya no dolernos por las pérdidas ante el desamor. Tratamos de ser más positivos, menos funestos, un poco más amables ante el rostro sereno de la vida. Sólo conseguimos engañar con nuestra apariencia externa; por dentro, nos preguntamos qué sucedió cuando le dimos paso a la desidia, al franco desinterés por uno saber uno del otro.

Algo nos aturdió por dentro, a tal grado que comenzamos a manifestar la indiferencia más austera, y luego aquel desconcierto que nos puso en aprietos, ese que contestó nuestras dudas a solas, en las noches más llenas de angustia.

Una muestra de cariño hubiera bastado para perdonarnos, una suave caricia nos hubiera dado el pase directo al paraíso del que fuimos expulsados. ¿Acaso siempre debe doblegar el orgullo a nuestras pasiones?, ¿acaso fue tan grave la profanación, el atrevimiento de poseerte con todos los sentidos a la espera de una sola orden tuya?

Con la merecida intensidad requerida para el caso, fui el enamoradizo de tus huertos profanos, el redentor de tus alrededores vacuos, pero también de tus vastas y hermosas playas. El comprender demasiado tarde los caprichos de tu fanatismo fue lo que nos llevó a la rotunda perdición, al ensayo vacío de salvar algo que ya no tenía remedio.

Conmovidos ante la separación inminente, ante el rechazo de las atenciones más finas, de los halagos más acertados, sólo nos abandonamos ante el portentoso roce de las palabras sabias que ubican todo en su respectivo y apropiado lugar.

Sin más jerarquías que el candor de tus respuestas, que el ánimo contagioso de tu sonrisa más sugestiva. Los errores del pasado vienen y van, se marchan a un rincón empolvado de la memoria que bloquea los eventos desafortunados.

Quizás debí tenerte más paciencia, más comprensión y más ternura al mismo tiempo; mezcla de ingredientes que ahora pudieran ser el bálsamo que aprisionara tu visión; que te hiciera perder tus íntimas reservas en un tornado de arrebatos. Las evasivas siempre sobrarán para nosotros, serán nuestros dardos venenosos, nuestras maneras inapropiadas de decirnos siempre adiós.

Sé bien que las inventamos por inventar, que no tropezamos con ellas de mala fe, pero nos da por volvernos mitómanos, por explicarle al mundo lo que medianamente reconocemos que sentimos; por darle un voto de sinceridad a las palabras que anteceden nuestros actos y lo más importante: por ocultar una falta de respeto que no mereces ni merezco.

En cambio, te ofrezco la tibieza de mis manos, el cálido rescoldo de mis hombros y la suavidad de mis labios recorriéndote la piel. En una nueva ruta, en un nuevo recorrido, en una nueva travesía donde exploremos nuestros instintos, nuestros anhelos y también nuestras cobardías. Hasta tocar el fuego con los dedos, perdiendo el miedo a volar y a soñar contigo de principio a fin. Dormido, despierto, con los párpados abiertos y la mente transportada hasta tus más hondos resquicios, hasta tus reveladoras e inolvidables formas de conquistarme. 

16 octubre, 2006

AMOR A LA MEXICANA


En la guerra y en el amor todo se vale, dicen aquellos que han experimentado la crueldad de los celos, la intensidad de un orgasmo bien trabajado, la compañía del ser más amado o la insistente añoranza si esa persona no está con nosotros. Sin embargo, esta frase proverbial guarda más de un significado. Hoy en día, las parejas mexicanas pecan justamente de ingenuidad al respecto.

Por un lado, quienes alardean su hombría a los cuatro vientos, la utilizan como coartada recurrente para fingir demencia y ocultar sus errores más garrafales. Las mayoría de las mujeres, por el contrario, le dan un giro de 360 grados para apropiarse de un sentido románticamente insuperable. En su entrega todo tiene validez porque quisieran romper cualquier límite y vivir todos los excesos.

De un momento a otro, el número de connotaciones se hace considerable, cuando después de las primeras citas ya conocen casi todos los lunares de su pareja, e incluso hasta los inventan para sentirse dueños de un gran hallazgo. Se llega al punto en donde las diferencias poco importan, en donde se agudiza el poderoso instinto y se ciega la razón; donde lo único que importa además de tener en dónde, es tener con quién.

Después de todo, así es el amor a la mexicana; contradictorio, amoral y monogámico en mente, pero nada más. Porque las inseguridades, las ridiculeces, los reproches y los celos enfermizos terminan facilitando, luego de un periodo más o menos largo, la aparición del célebre “Sancho” o cuernudo, para que nos entendamos bien, que dista mucho indudablemente del afable e inseparable compañero literario de Don Quijote de la Mancha.


PARÁBOLA PARA LOS ENAMORADOS

Cuentan que una vez se reunieron todos lo sentimientos y las cualidades del hombre. Cuando el aburrimiento había bostezado por tercera vez, la locura propuso que jugaran a las escondidillas. La intriga levantando la ceja y la curiosidad sin poder contenerse dejaron la pregunta en el aire, pero el entusiasmo seguido de la euforia y la alegría dieron tantos saltos que terminaron por convencer a la duda y a la apatía que nunca se interesaban por nada.

Uno, dos, tres, cuatro, comenzó a contar la locura. La primera en esconderse fue la pereza que como siempre cayó detrás de la primera piedra del camino. La fe subió al cielo y la envidia se escondió detrás de la sombra del triunfo, que por propio esfuerzo había conseguido subir a la copa más alta del árbol más alto.

La generosidad casi no consigue esconderse porque cada lugar que encontraba le parecía maravilloso para alguno de sus amigos. Si era un lago cristalino; ideal para la belleza, si era la copa de un árbol; perfecto para la timidez, si era una ráfaga de viento; magnifica para la libertad. Así es que terminó por esconderse en un rayo de sol.

El egoísmo, en un lugar bueno desde el principio, ventilado, cómodo pero sólo para él. La mentira se escondió detrás del arco iris y la pasión y el deseo en el centro de los volcanes, cuando la locura casi terminaba de contar el amor todavía no había encontrado lugar para esconderse, pues todos estaban ocupados, hasta que encontró un rosal y cariñosamente decidió esconderse entre sus flores.

Concluyó el tiempo para poder esconderse y la locura comenzó la búsqueda. La primera en aparecer fue la prisa apenas a tres pasos de una piedra, sintió vibrar a la pasión y al deseo en los volcanes. En un descuido encontró a la envidia y luego pudo deducir dónde estaba el triunfo. Al egoísmo no tuvo que buscarlo porque salió disparado de su escondite que en realidad era un nido de avispas.

De tanto caminar sintió sed y al aproximarse a un lago, descubrió a la belleza. La duda fue mas fácil de encontrar estaba sentada sobre un cerro sin decidir dónde esconderse. Así fue encontrándolos a todos: al talento entre la hierba fresca, a la angustia en una cueva obscura, pero el amor no aparecía en ningún lugar. La locura lo buscó detrás de cada árbol, debajo de cada roca del planeta y encima de las montañas. Cuando estaba a punto de darse por vencido, encontró un rosal y comenzó a mover sus ramas.

Entonces escucho un grito doloroso. Había herido al amor en los ojos, la locura no sabia que hacer para disculparse, lloró, rezó, imploró, pidió perdón y prometió ser su guía para siempre, es por eso que desde entonces el amor es ciego y la locura siempre lo acompaña.

Este mensaje es para todos los que están enamorados, los que se quieren enamorar y a los que no también, en especial para los que nunca están contentos con nada y que siempre están enojados o tristes. Ojalá que siempre los acompañe la locura, ya que con ella va el amor.

ANTE EL YUGO DEL AMOR


En los desfiladeros del olvido, en las ruinas de la memoria grabé tu nombre, y alrededor de ese fundamento, giro. En la hierba caída, entre las hojas, creció tu figura, en el parque desierto donde siempre te he esperado, con su pleno poder de transformarme de pronto en soledad en llamas, en el reposo del fuego que ignora todo lo existente, donde se extingue la luz que impregnaba el cuerpo de aquella que acaso has perdido para siempre.

Zozobra de un compromiso anegado. De algún tiempo a esta parte las cosas tienen para ti el sabor acre y áspero del triunfo de la derrota, de la madeja de la irrealidad vivida día a día. Es como despertar en un bosque despejado donde se quisiera recuperar lo perdido y sin querer, se destruye lo ganado; donde el futuro es una duda abierta que nos encuentra a solas con nuestras miserables palabras.

Mírate extraño y solo, de algún tiempo a esta parte. Hay que darse valor para hacer esto, hay que abrir la puerta y acercarnos, que ya es tarde, quizás no hoy, pero sí pasado mañana; es doloroso hablar, pero más doloroso aún callarse a tiempo. Cuántas cosas más hubiéramos pasamos juntos, cuántas ya inservibles que en el polvo arderán; sórdida hoguera consumiéndose en mis tristes rescoldos.

Entre somníferos y tranquilizantes, sólo cuerpos desiertos en el lecho sin nadie, ocultos en huraños rincones, guardando un púdico silencio. En espera de una digresión aislada de instantes venideros, considero las variantes del reencuentro e involuntariamente ocupamos su fiel nicho, en espera de encontrarnos con un nuevo brillo en los ojos, con el roce de las manos que se congratulan de poder abrir los afluentes de la imaginación, sin razones para dolerse por habernos conocido, sin el sentimiento de la pérdida o de la derrota; incorruptibles ya, ante el yugo del amor.


LA PELÍCULA QUE NUNCA VIMOS



Te hablé por teléfono esa mañana. Sólo quería decirte que me perseguía la urgencia insistente de verte otra vez. Por fortuna te encontré en casa, me contestaste y un saludo nervioso delató tu sorpresa al escuchar una voz que no esperabas.

Me coqueteaste y me hiciste bromas mientras te platicaba de mis asuntos inmediatos. Sin que lo supieras, comencé a imaginar el contorno de tus dulces labios al otro lado del auricular.

El acento de nuestra plática se fue volviendo más ameno y tras un breve silencio, intentamos reírnos como antes, pero ambos rompímos el momento al saber que ya no volvería a ser lo mismo. En un arrebato de nostálgica alegría te invité al cine y tu respuesta se quedó por unos segundos abierta en el aire.

Luego, sin querer empezamos a contradecirnos y nos arrojamos una sarta de reproches. Tus evasivas fueron aumentando hasta que decidí cambiar repentinamente el de tema de conversación. Quizás el titubeo de nuestras voces anticipaba ya los pretextos más descabellados. Otro día será. Nos deseamos buena suerte con cierta indiferencia y antes de colgar, recordé que en tu boca un no equivale casi por decreto a un si que balbuceas.

Entonces, cuando terminas de rehusarte acordamos la hora y el lugar. En otras circunstancias, te hubiera propuesto vernos en tu casa pero es tal nuestro distanciamiento que automáticamente descartamos dicha posibilidad.

Qué lástima. La que exigía que fuera puntual no llegó al cine. Tuve que ceder el lugar que había apartado para ti a una pareja que llegó justo cuando empezaba la función. Luego, cuando más me identificaba con el protagonista de la trama, aparecieron en la pantalla los créditos de la película a la que te había invitado, la película que nunca vimos y que no veremos jamás, se enciendieron las luces y la idea de verte de nuevo se fue diluyendo junto con los motivos que no te dejaron llegar a nuestra cita. Al final, me sentí menos solo aunque me dejaras esperando.



EL PLACER CONTENIDO EN EL AMOR


Todo fue tan imprevisto y tan fuera de lugar que, después de acomodarnos la ropa, nuestros cuerpos seguían temblando como si un terremoto en crecida nos sacudiera desde adentro.

Nuestras caricias consideraron que era preciso perpetuar aquella noche, y la posibilidad de emerger de la prisión de nuestros miedos se volvió palpable, al volvernos cómplices de la intrépida determinación de amarnos.

Quizá debimos esperar una ocasión más apropiada, pero la voluntad de reafirmar nuestra existencia fue más poderosa que los impedimentos de la oscuridad envolvente y la ansiedad incontrolable.

Un río de emociones inundó el cortejo repentino donde las yemas de mis dedos se derritieron para cubrirte de halagos. Extasiada avanzó una de mis manos bajando por tu vientre para sentir, al fin, la materia ondulada de un sendero desnudo de razones.

En esa emoción interna nuestros espíritus comenzaron a alimentarse y, sin advertirlo, iniciamos el ascenso para continuar con el deseo enamorado de encontrarnos lo más cerca posible.

Con los ojos cerrados acaricié tu espalda hasta sujetarte de la cintura y confiados en la satisfacción que nuestros cuerpos nos otorgaban, cancelamos todas las palabras que pudieran oponerse a dicha lógica y en ese instante el mundo quedó paralizado.

En la medianía de aquellos momentos proverbiales erradicamos la inseguridad al entregarnos por completo. Rodeados de hechizos y encantos transformamos la apariencia de las cosas. Así, descubrimos juntos el placer contenido en el amor y sobrevivimos al temor de cualquier reclamo rescatando una verdad de mayor pureza.

Cuando interrumpimos la pasión de nuestro encuentro furtivo, una trémula torpeza se alojó en nuestros pasos provocando en ambos risas nerviosas, y bajamos las escaleras con las piernas tambaleantes. El clamor de nuestra unión develó aquello que subsistía latente, esperando que los presagios quedarán confirmados.

Nos tomamos de la mano con mayor firmeza y tratamos de conservar el equilibrio que aún nos quedaba. La tentativa de pensar en los errores del pasado sufrió un vuelco al descubrir que por nosotros fluía la eufórica certidumbre de vernos reflejados en los ojos del alma.

De pronto, te pregunté qué sucedía cuando noté que comenzabas a sollozar. Me pediste que nos detuviéramos para recuperar el aliento; nos abrazamos muy fuerte, hundiste tu cara en mi cuello y nos estrechamos con una plenitud que permanecía anestesiada por las falsedades. Desconcertada, intentaste contener las lágrimas mientras nos abrazábamos de nuevo, devolviéndonos la calma.

Nos miramos un poco asustados, asombrados ante la magnitud de nuestro atrevimiento, pero en el fondo, agradecidos con la vida por dejarnos experimentar el hecho de sentirnos amados como nunca antes. Por dejarnos encontrar la continuidad de un sentimiento aplazado por el temor de lastimarnos y saborear en unos segundos, una muestra de la asombrosa eternidad condensada.

Ahora vuelvo a cerrar los ojos para sentir que en mis manos respira tu deseo, porque al caer los párpados, después del vértigo y el abandono, estoy seguro de tu presencia. Es entonces, cuando comienzo a extrañarte, que acudo al arrullo del sueño, y observo tu rostro entre mis sábanas.


LOS LABIOS DE LA MUJER AMADA


Los labios de la mujer amada son tersos, suaves por naturaleza ígnea, llamativos por su calidad de cómplices. Nos arropan de las tragedias, de la crueldad que se destila, del rubor del embeleso, de la soledad manifiesta; siempre con nuevos bríos abrevando en un roce distinto.

Va subiendo la temperatura en la calidez del juego secreto de nuestras lenguas, y los labios entornan la pasión de los que se entregan sin esperar nada a cambio; sólo nos regalamos el aliento vital que se trasmina en cada beso prolongado.

Muerde un labio a otro labio, y se desatan los intercambios de caricias apresadas. Nos devoramos amorosamente en cada suspiro y en cada grito ahogado. Nos afianzamos en el placer de estrecharnos mutuamente olvidando el mundo entero.

Nos besamos con la calma de quien no tiene mas nada que perder; con la gracia de quien alcanza una gloria que redime su existencia; con el ardor de quien vive cautivado por un par de labios, que comparten su afecto sin miramientos, con un guiño rotundo en la entrepierna.

Los labios de la mujer amada son el pan, el vino, el alimento del desamparado. Abre hacia mí tus brazos y oprime mi pecho. Tus labios, mujer amada, son el aliciente, que nos invita a seguir sin detenernos.

POEMA AL AMOR CIBERNÉTICO


Mis ojos han visto el titilante
fulgor de tu lenguaje en la pantalla,
ventana que me acerca conocida,
muro que me separa inexplorada.


Te leo, y en mi mente se organiza
un cúmulo de imágenes que alcanza
a dar cuerpo a la idea de tu cuerpo,
a dar vida a la idea de tu alma.


Te conozco y te ignoro a un mismo tiempo;
estoy contigo, pero qué lejana;
creo tocar tu piel, y entre mis dedos
sólo vibra mi piel sobresaltada.


Sé que vendrás un día, aunque es incierto,
si este saber es fe o esperanza
¿resistirán mis ojos tu mirada?

Tiembla una duda en mi cerebro,
y corre un miedo por toda mi espalda,
formulando insistente la pregunta
de si me verás como me imaginabas.

Estoy en la seguridad de la distancia
y no sé si prefiero tu venida,
o soñarte en ausencia enamorada.

No obstante, ven, voy a correr el riesgo,
que más me aflijo cuanto más te tardas,
o quizá no, no vengas, que no quiero
vivir la angustia si me despreciaras.

O si acaso, tal vez, probablemente,
perdona, amor, que es el temor quien habla;
acércate a mí, sin más, y abre tus brazos,
que yo hace tiempo te abrí el alma.

15 octubre, 2006

SOÑÉ QUE ME SOÑABAS


Soñé que aparecía en la madrugada, justo en el precoz amanecer, estaba en medio de tus sábanas, contigo a mi lado, y entre suaves murmullos intentaba llamarte, te invitaba a que me sintieras, a que pudieras reconocerme a pesar de la penumbra.

Así, me hundía en la tibieza de tus brazos, me aferraba a ti buscando la salvación de tus tiernos labios, y las caricias acompasadas eran el fruto de un deseo mutuo, donde nuestras pieles se rozaban compartiendo la avidez de un mismo aliento.

La luz de la mañana nos acechaba desde la ventana, y antes de que finalizara el sueño, soñé que me soñabas, pero me fugaba de ti sin avisar, y me desvanecía en el fondo de tus atrevidos pensamientos.

02 octubre, 2006

HAY NOCHES SIN OCASO


Hay noches sin ocaso, pan sin trigo

hay mares sin su playa, nubes sin su cielo

hay lirios sin color, glaciares sin hielo

hay pecho sin amor, calor ni abrigo


Hay palomas que vuelan sin tener un nido,

hay viento sin montañas ni praderas,

hay un bosque que arde sin hoguera,

y un corazón quemándose encendido


Buscando está a la causante de su flama,

quiere en ella apagarse complacido,

con la esencia de la vida que derrama


Quiere extraviarse y estando en ti perdido,

romper el muro de la eterna llama,

para vivir de Amor siempre contigo...

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