06 agosto, 2010

EL ACTO MÁS INVOLUNTARIO


La mejor manera de llenarnos de momentos dulces, es volcarnos hacia atrás; ese es nuestro único recurso para reencontrarnos, para rescatarnos y contarnos con nuestras propias palabras cómo fue lo sucedido. Llenando páginas que mucho antes estaban en blanco, vamos recuperando la gravidez casi exacta de lo que se fue formando desde aquella merecida tarde -como tú la llamas-, en el lugar en que nos conocimos.

Como decía Milan Kundera, la vida está en otra parte; la nuestra está ahora en estas palabras, pero no hay que olvidar que somos seres humanos, y que nosotros aunque somnolientos, llenos de ellas estamos hechos de suspiros.

Amor surgido desde lejos; así entiendo a este extraño sentimiento como el elixir humeante de los abandonados que miran los contornos de la luna, sin juramento alguno, mas que el de concebirse en el cedazo de su piel.

A mis noches sin ti les sobra lecho; pensar lícita o ilícitamente siempre y cuando seas tú el motivo, es lo que me vuelve eterno. Me he enamorado de una mujer inconveniente, no me atrevo a escribirlo con todos sus bemoles, no sé si deba callarlo, pero sigo y seguiré pensando en el escenario idílico en que yo pudiera tenerle.

Del lugar donde habitan las mujeres más lindas del mundo; de ahí vienes y de ahí te vas; ese es tu ombligo, es tu origen el que debes llevar contigo, y dejarme algún día volver a besarlo en el recuerdo socavado, cómo la primera vez y por mil veces más, hasta alcanzar a tatuar su inacabado centro.

Cuando aquellos transeúntes me hablan de pasión, del ánimo creído y pensado, transfigurado en su propio crisol, en absoluto me parece detalle trascendente. En cambio, no me cuesta trabajo asimilar que hablar a todos de ti se me ha hecho el acto más involuntario desde que conmigo ya no estás. 

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