17 junio, 2007

EL ENAMORAMIENTO EN INTERNET

En el fondo, los humanos somos quienes tenemos la capacidad de enamorarnos como ningún otro ser sobre la faz de la tierra. Para ello, nos valemos de todos los medios que se requieren con tal de nutrir ese venturoso sentimiento que nos vibra hasta hacernos llegar al embeleso.

El amor por correspondencia es un uso que a pesar del tiempo, no ha dejado de existir; el amor epistolar es uno de los de más prolíficos. Ahora se ha transformado gracias a la llegada de Internet, pero el correo ha sido a través de los siglos una manera de unir emociones, tendencias y espíritus.

Internet de esta manera, sólo le da fuerza a lo que ya sucedía desde hace años: potencializa la fuerza del amor epistolar. La correspondencia entre desconocidos intensificada por las posibilidades que da este soporte y ofrece cada vez una mayor probabilidad de conocer a esa persona especial.

Al escribir a alguien que no conoces, puede surgir un intenso sentimiento romántico. Resulta que cuando ya conoces a alguien, el alejamiento físico puede apagar la pasión, pero en los casos donde estamos conociendo a alguien “virtualmente” puede reavivarlos.

Es entonces cuando la red de redes cumple con la ardua labor del “Celestino” que une corazones sin importar las fronteras geográficas. El ser humano tiene necesidad de establecer vínculos íntimos, y eso ocurre también en el chat.

En efecto, el enamorarse por Internet puede ser algo más normal de lo que creemos. Eso sucede con miles en todo el mundo que intercambian tarjetas y conversaciones electrónicas con la esperanza de conocer a la persona de su vida.

Es difícil decir cuánto de ilusión y cuánto de alucinación existe alrededor de las relaciones de esta naturaleza. Por lo general toda relación por Internet tiende al encuentro: verse fuera del cómodo pero limitado escenario de lo virtual.

¿Pero, es posible entusiasmarse con alguien a quien no se conoce bien? La contestación es totalmente afirmativa, pues sucede e incluso se da con mayor fervor y pasión. En la computadora puedes imaginarte lo que desees, puedes fantasear con aquello que nunca te atreverías a llevar a cabo.

Además, tras la pantalla, los defectos de la pareja virtual son más tolerables. Vía Internet, uno se vuelve ciego voluntario ante los defectos del otro. Si ya de por sí idealizamos a la pareja, el artilugio de la red de redes hace todo el resto.

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