13 abril, 2010

RECUERDO AQUELLA PRIMERA VEZ


Tras doblegar tu sed y acabarte el vaso de agua que habías ido a conseguir, apagamos la luz y sin consideración, me dejaste sumido entre las sombras para provocarme con tus insinuaciones y por fin hacernos el amor. Qué noche. No tardaste en tomarme el ritmo. Después, la excitación nos descubrió interpretando una serie alucinante de sonidos.

A la siguiente semana volvimos a encontramos arrinconados, huyendo de la realidad externa y sujetándonos para compartir nuestro universo interno, besándonos en pequeñas perpetuidades, como quien saborea un caramelo en la boca y no quiere acabárselo.

Empezamos la búsqueda de los lugares secretos que se encienden con las caricias. Encima de ti, jugaba a perseguir tus caderas, mientras apuntaba con precisión milimétrica debajo de tu entrepierna.

Aunque nunca me confesaste si mi piel te hacía percibir lo mismo, tus ocultas aprensiones evitaban dejarte vencer por completo, pero no te negabas a dejarte llevar por mis delirios.

Recuerdo aquella primera vez en nuestra morada: olíamos a sexo y todo tu cuerpo incauto era un manojo de hierbas olorosas satisfaciendo hasta el crepúsculo la urgente necesidad de apresarte en cada aroma que afloraba desde tus poros.

Digo primera vez, por aquello de saber contar y anticipar al uno del dos, pero en realidad fueron muchas primeras veces contigo, incontables e incomparables a otras experiencias del pasado.

Aunque la verdadera primera vez, intercambiamos más de un orgasmo y al otro día nos vimos avergonzados porque habíamos roto el más puro silencio con una incesante lluvia de gemidos ahogados.
Hacia dónde nos dirigimos ahora, que han pasado tantos días sin vernos; no lo sé, pero me intriga saber lo que nos depara el destino que todavía no hemos intentado.

Siento las manos adormecidas. Donde quiera que te encuentres, recibe una ráfaga de calurosos besos hasta tus labios. Dejo por lo pronto la escritura y sin más remedio, le doy paso a la añoranza.
Related Posts with Thumbnails