06 agosto, 2010

EL ACTO MÁS INVOLUNTARIO


La mejor manera de llenarnos de momentos dulces, es volcarnos hacia atrás; ese es nuestro único recurso para reencontrarnos, para rescatarnos y contarnos con nuestras propias palabras cómo fue lo sucedido. Llenando páginas que mucho antes estaban en blanco, vamos recuperando la gravidez casi exacta de lo que se fue formando desde aquella merecida tarde -como tú la llamas-, en el lugar en que nos conocimos.

Como decía Milan Kundera, la vida está en otra parte; la nuestra está ahora en estas palabras, pero no hay que olvidar que somos seres humanos, y que nosotros aunque somnolientos, llenos de ellas estamos hechos de suspiros.

Amor surgido desde lejos; así entiendo a este extraño sentimiento como el elixir humeante de los abandonados que miran los contornos de la luna, sin juramento alguno, mas que el de concebirse en el cedazo de su piel.

A mis noches sin ti les sobra lecho; pensar lícita o ilícitamente siempre y cuando seas tú el motivo, es lo que me vuelve eterno. Me he enamorado de una mujer inconveniente, no me atrevo a escribirlo con todos sus bemoles, no sé si deba callarlo, pero sigo y seguiré pensando en el escenario idílico en que yo pudiera tenerle.

Del lugar donde habitan las mujeres más lindas del mundo; de ahí vienes y de ahí te vas; ese es tu ombligo, es tu origen el que debes llevar contigo, y dejarme algún día volver a besarlo en el recuerdo socavado, cómo la primera vez y por mil veces más, hasta alcanzar a tatuar su inacabado centro.

Cuando aquellos transeúntes me hablan de pasión, del ánimo creído y pensado, transfigurado en su propio crisol, en absoluto me parece detalle trascendente. En cambio, no me cuesta trabajo asimilar que hablar a todos de ti se me ha hecho el acto más involuntario desde que conmigo ya no estás. 

01 julio, 2010

NECESIDAD VENGATIVA


 
Al pelón lo conocí unos días después. La noche en que su primo Jorge me pidió que pasara a visitarlo a su casa. Era extraño; con una playera blanca, sentado en el piso de la habitación donde estábamos escuchando a U2. Días en los que nos unió una breve amistad.

Más tarde supe que tenía novia. Ese fin de semana fuimos a una fiesta cerca de la colonia, organizada por mi amigo Josafat.

El último día que estuve en su casa, conversamos sobre banalidades y tomamos café negro que él mismo preparó. Entre confidencias, me dijo que estaba infectado, no por algún contagio desprevenido no, sino porque el inmenso odio por la muerte de su hermana, lo había sumido en una necesidad vengativa.

Yuritzi, su linda novia, era la víctima que había pagado las consecuencias. Quedé impactado con su foto, ahí estaba su cuerpo desnudo, en poses agresivas a la mirada, sin ese brillo intenso en su semblante, tan resquebrajado por la ausencia de la vida.

11 mayo, 2010

"Deseo tener sexo contigo"


Vladimir la contemplaba siempre a lo lejos, desde un cierto itinerario previsto. Ella levantaba la muralla y fingía no percibirlo, dándole la espalda a su vez, negándolo con la cabeza, con los brazos cruzados.
 
"El deseo es tan fulminante como la picadura de un escorpión", se decía cavilando en voz baja cuando alejaba todos los distractores a su alrededor y su mente se enfilaba de lleno por los paraísos artificiales de su febril enamoramiento.

Entre sueños impíos, no podía evitar que ella apareciera, acercándose a tocarle el cabello, pidiéndole una caricia y rozándolo entre las penumbras. En el fondo, estaba convencido de una cosa; creía que si el contacto físico era disimulado entonces ya no valía tanto la pena... en fin, que no significaba demasiado.

Aunque en el fondo ella lo deseaba cada vez más, Vladimir la excluía de sus planes una y otra vez hasta volverse en él un comportamiento ofensivo, nada provocativo como se imaginaba cada vez que pretendía hacerse el interesante con esa actitud.
 
Así pasaron los días, completando una sucesión de varios meses y cuando se saludaban antes de caer la noche, se veían de una forma menos efusiva.

Vladimir llegó a pensar que ella había dejado de ser aquel hermoso cuerpo del deseo que en un principio lo deslumbrara con sólo insinuarse ante su mirada contemplativa.
 
Ahora, había cambiado esa visión de lo sucedido, pues ya sólo la veía como el cuerpo terrenal que al conocerse le había robado el corazón sin ser rotundamente armónico ni radiante. Únicamente la figura explorada hasta el delirio, apresada en las última horas de la noche hasta agotar los orígenes de toda pretensión humana.

Todavía conseguía ingresar a su universo, pero hacía como que no estaba allí ni en ningún otro sitio; simplemente se arrancaba la posibilidad de su existencia.
 
Durante el tiempo que tenían de conocerse, ya se habían tropezado juntos y los malentendidos habían sido repetitivos, pero incluso cuando llegó a dudar de su esencia femenina, ella se encargó más tarde de disipar cualquier sospecha inmunda dejando al descubierto su desnudez reveladora.

Sin embargo, mientras él dormía, le insinuaba: "deseo tener sexo contigo", eligiendo justamente esas palabras. Rogando a su cuerpo no volver a sentir ese deseo, Lilí le respondía: "Sí, claro."
 
Aunque él no podía comprender en realidad si representaba un "sí, lo sé.", o por el contrario, si debía traducirlo como un "sí, vamos." O más bien, si tan sólo se trataba de un "sí. ¿Y, qué?"

Por ello, cuando se encontraba a solas, escupía expresiones soeces y se maldecía en un absurdo intento de alejar sus sentidos de aquella atracción magnética que tiempo atrás había desatado su locura desmedida. Así, lanzaba insultos al aire con tal de no ir hasta ella y atreverse a tocarla de nuevo.

Mientras tanto, muy lejos de él y sus circunstancias, Lilí daba vueltas con su propio dedo para disolver el azúcar de su café humeante, dejando intacta la pequeña cuchara en el plato de porcelana.
 
Condenada a fingir que la identidad de Vladimir no existía, primero se encumbraba en una pléyade de suposiciones para luego, sin darse cuenta, clavarse repetidamente el aguijón del arrepentimiento hasta picarse como el escorpión que, utilizando su propio veneno para contenerse, también se castiga a sí mismo. 
 

13 abril, 2010

RECUERDO AQUELLA PRIMERA VEZ


Tras doblegar tu sed y acabarte el vaso de agua que habías ido a conseguir, apagamos la luz y sin consideración, me dejaste sumido entre las sombras para provocarme con tus insinuaciones y por fin hacernos el amor. Qué noche. No tardaste en tomarme el ritmo. Después, la excitación nos descubrió interpretando una serie alucinante de sonidos.

A la siguiente semana volvimos a encontramos arrinconados, huyendo de la realidad externa y sujetándonos para compartir nuestro universo interno, besándonos en pequeñas perpetuidades, como quien saborea un caramelo en la boca y no quiere acabárselo.

Empezamos la búsqueda de los lugares secretos que se encienden con las caricias. Encima de ti, jugaba a perseguir tus caderas, mientras apuntaba con precisión milimétrica debajo de tu entrepierna.

Aunque nunca me confesaste si mi piel te hacía percibir lo mismo, tus ocultas aprensiones evitaban dejarte vencer por completo, pero no te negabas a dejarte llevar por mis delirios.

Recuerdo aquella primera vez en nuestra morada: olíamos a sexo y todo tu cuerpo incauto era un manojo de hierbas olorosas satisfaciendo hasta el crepúsculo la urgente necesidad de apresarte en cada aroma que afloraba desde tus poros.

Digo primera vez, por aquello de saber contar y anticipar al uno del dos, pero en realidad fueron muchas primeras veces contigo, incontables e incomparables a otras experiencias del pasado.

Aunque la verdadera primera vez, intercambiamos más de un orgasmo y al otro día nos vimos avergonzados porque habíamos roto el más puro silencio con una incesante lluvia de gemidos ahogados.
Hacia dónde nos dirigimos ahora, que han pasado tantos días sin vernos; no lo sé, pero me intriga saber lo que nos depara el destino que todavía no hemos intentado.

Siento las manos adormecidas. Donde quiera que te encuentres, recibe una ráfaga de calurosos besos hasta tus labios. Dejo por lo pronto la escritura y sin más remedio, le doy paso a la añoranza.

17 marzo, 2010

TODOS LOS DÍAS AMANEZCO CON TU NOMBRE


Las ilusiones que tejen mis mensajes están cobijadas por la añoranza. Lo sabes bien, pero te lo digo para que nunca olvides las razones de mis actos y las motivaciones de lo que te escribo. 

Todos los días amanezco con tu nombre en el pensamiento y recuerdo que necesito tus ojos mudos pero no ciegos, observadores escépticos, videntes en la transformación de las emociones abrigadas de tiempo a destiempo. Por eso, tu ausencia tal vez sea sólo la luz que alimenta nuestras alas y tu silencio sea la prisión y la libertad en la que me mantengo viviendo. 

Es el silencio el detonador de un ritmo interno el que me acerca al anhelo de reconstruir paraísos extraviados. Yo sólo quiero estar presente donde esté tu cuerpo para entregarle mi alma y habitar en tus pasiones, sin importar los obstáculos. 

Pero tú no olvides abrir los ojos, y volar de regreso para volver a verme, sin temores ni quejas. Quizás pienses que soy un espejismo surgido de tus sueños, pero soy tan real como la conjunción de los planetas, mientras a tu piel le queden las huellas del amor que tuvimos, respirando en el espacio de las revelaciones. 

Yo todos los días amanezco con tu nombre cabalgando sobre mis recuerdos.


18 febrero, 2010

NO CREÍ QUE EL MUNDO FUERA TAN PEQUEÑO



Todo sucedió con la misma inmediatez que posee el flash de una cámara fotográfica. Fue como si despertara de un letargo incalculable, abriendo los párpados entumecidos a una visión inesperada y efímera. Con la presteza necesaria alcancé a capturar la imagen vivaz de tu cabello radiante.

Pero en esos breves momentos donde el tiempo nos volvió a encontrar, lo primero que percibí fue esa sensualidad contenida en tu sonrisa y el reflejo de una grata sorpresa conjugada en ambos.

Dudé de mis ojos, pero no los culpé cuando manifestaron su incredulidad al verte en el lugar menos esperado. No creí que el mundo fuera tan pequeño, ni que la casualidad nos jugara bromas tan azarosas que nos pusieran en entredicho.

Tú, que habías pasado de largo en la extravagancia de mis pensamientos suprimidos, colgada como enredadera de otra mano, aparecías de pronto de forma instantánea y me adivinabas frente a ti, casi sin poder disimularlo.

Deseé que hubieses actuado diferente, que hubieses dicho algo, que hubieses tenido el valor de mirarme a través de su hombro, que me hubieses abierto los brazos, que me mintieras un poco; que por lo menos,  nos hubiésemos mirado como antes.

De inmediato reconocí los contornos de tu cara, recuperando fragmentos abandonados de lo que fuimos, únicamente para volver a la realidad de tu recuerdo y darme cuenta de que caminabas inquebrantable con el desenfado de saberte muy lejos, aunque pasaras a mi lado.

Quise guardarlo en secreto, ocultarlo ante el mundo y sepultarte de nuevo en mis adentros, pero en un brote de nostálgica alegría no pude detenerme más y terminé contándole nuestro breve encuentro a un amigo desinteresado, comparsa en la celebración de las palabras relatadas.

Al otro día, tomo el teléfono con la memoria temblorosa,  y con la sudoración en las palmas de las manos trato de marcar tu número, recuperado de una agenda ya en desuso.

Me alegra escuchar tu voz otra vez; vuelvo a sonreír solo, le doy otra oportunidad a este amor viajero, delirando ante los resabios del sentimiento encapsulado que sigue existiendo en algún lugar de mi interior. Luego, sin poder dejarte del todo, regreso a mi soledad, paraíso extraño donde te miro alejándote en un enorme crescendo que se remonta a la inevitable distancia

18 enero, 2010

¿CREES QUE SEA UNA LOCURA?





Quisiera poder convencerte de soñar lo mismo conmigo, de incitarte a creer que vivir en el mundo no significa estar encerrados entre cuatro paredes, ni pasar las horas enjaulados en nuestras casas, apartándonos unos de otros; me gustaría probarte que nuestra solitaria existencia puede cambiar de pronto, pero tenemos tanto pavor a que se burlen de nuestras cursilerías, que no demostramos nuestro sentir y lo que en verdad somos.

De repente me asalta un pensamiento y me pregunto: ¿y yo? tampoco sé bien a bien para qué escribo; tal vez para calmar mis penas y dejar de sentirme tan triste e incompleto, pero ¿qué necesito yo y qué deseo?, por qué siento que también vivo de ilusiones perdidas?... de algún modo, soy miserable al darme cuenta que tampoco tengo quien escuche mis lamentaciones, que al igual que mucha gente allá afuera, soy sólo un alma quebrantada dentro de un débil cuerpo, mientras me descubro sollozando y preguntando a qué sitio pertenezco.

No quisiera volver a sentir ese cúmulo de soledad que me asfixia en medio de esta ciudad tan vacía y llena de individuos acorralados por la neurosis cotidiana, que envenena los sentimientos hasta volverlos siniestros. Así que dejémonos desnudar el alma; atrevámonos a amar y ser amados; hagamos a un lado la cobardía de soñar porque todos necesitamos ser amados y aceptados. 

Debemos dejar de escondernos en nuestro caparazón, del que por comodidad y temor preferimos no salir; es mejor erradicar el miedo a vivir y animarnos a conocer gente nueva, abriéndonos al mundo para dejar de sentirnos rechazados y por fin, atrevernos a ser distintos.

Hoy solo sé que no quiero sentir más miedo, aunque no te conozca y me quede solo en este diálogo de incertidumbres, donde permaneceré gritando tu nombre en el más largo silencio, para que vuelvas y te cuente cuánto me haces falta por las noches y cuánto miedo pugna por surgir desde adentro al andar a solas con mi soledad. 

Justo como ahora mismo, que me gustaría pronunciar tu nombre y que aparecieras junto a mí, sin tener que llamarte a gritos para que tu alma envuelta en gentilezas escuche a la mía y la acompañe cuando más lo necesito.

Tal vez sólo te idealizo, pero aunque a lo mejor nunca te pueda tener mi boca, ni te puedan acariciar mis manos, mi alma se abre para recibirte por entero. No sé si eres un parte de un sueño inesperado, sólo sé que quiero tenerte a mi alcance como nunca. ¿Dime, tú crees que sea una locura?


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