27 diciembre, 2006

QUIERO DORMIR

Quiero dormir abrazado a tu cuerpo
sentir tu calor en mi piel,
poder acariciar tu espalda,
enredarme en tu pelo,
quiero esta noche y todas,
dormir abrazado,
Quiero dormir abrazado a tu cuerpo
perder mis manos por tu cintura,
soñar entre tus senos,
cómo tu corazón a cada latido,
suena con el eco de un te quiero,
quiero dormir abrazado,
Quiero dormir abrazado a tu cuerpo
sentir tus manos en mis versos,
llenarme de tus caricias
y mirar tus ojos preciosos,
cielo de mi vida,
conjunción de luceros,
esperar que culmine la mañana,
para ver nacer la noche,
quiero esta noche y todas,
dormir abrazado
Quiero dormir abrazado a tu cuerpo

20 diciembre, 2006

ENTRE CARICIAS Y BESOS

Estoy aquí, a solas contigo, y el deseo emerge de los poros. Mis ojos brillan al anticipar el momento de fusionarnos. Intento abrazarte tan estrechamente como puedo.

Y es tan apretado el abrazo como el tamaño del amor que te tengo; es tierno, cálido, interminable…

Las manos no se mantienen quietas por mucho tiempo. Comienzan a ejecutar una deliciosa danza por tu espalda, evadiendo los pliegues de tu blusa. Los dedos tropiezan con los broches del sostén que tarda en caer.
Nos besamos con una pasión desconocida. Nuestras lenguas juguetean inquietas. La mía se dedica a saborear tus labios, el interior de tu boca. En cada beso bebo un poco de tu entrega total. Ese modo de ser cómplices me enloquece y eleva mi erotismo por las nubes.

Te aprieto más contra mí. Ahora estoy instalado en tu cuello. Lo lamo, lo beso, lo chupo… Sé que no te gustará quedar con marcas que te delaten ante las miradas de los extraños, así que no te succiono con demasiado ímpetu. Aún así, mi lengua se pasea por tus zonas tersas, te arranca suspiros y gemidos, mientras siento palpitar una pasión secreta por tus venas.

Mis manos navegan seguras por tu espalda; sin temor a naufragar. Se llenan de tu piel mientras nuestros besos se hacen más profundos, ansiosos y salvajes. El ambiente se satura de suspiros que claman por volverse aullidos.
¡Dios… te tengo demasiadas ganas! Meto las manos por debajo de tu pantalón y siento la piel estremecida de tus nalgas. Hay tanto calor en tu cuerpo que se incendia el mío y me quemo a fuego lento.

Hago que te voltees. Ahora me das la espalda pero sigues muy pegada a mí. Mis labios se apoderan de tu nuca, mis manos desabotonan la ropa que te queda. Hechizado por el aroma que despides me convierto en un misterioso errante que te recorre toda.
Húmedos labios, húmeda lengua, y húmedos dedos que se consagran por entero a llenarte de placer. Una mano se adueña de un seno, la otra se interna en las profundidades de tu ropa interior.

Tú no te quedas atrás y, entre suspiros, maniobras para abrir mi cremallera y jugar con mi virilidad. Nos masturbamos mutuamente, sin prisas pero sin pausas. Ya sabemos a dónde queremos llegar y nos tomamos nuestro tiempo.

No me doy cuenta del momento en que me quitas la camisa. De pronto, dejamos un rastro de prendas en la habitación y ahora tú estás encima de mí besándome, acariciándome como sólo tú lo sabes hacer. Tu lengua traza un sendero de fuego desde mi pecho hasta mi ombligo y ahí se hunde tal como yo, que me dejo llevar por el torbellino de sensaciones provocadas.

Te pido que te acuestes sobre mí. Nuevamente nos besamos y te acerco a mi cuerpo para que sientas la dureza de mi erección. Mis manos regresan a tus senderos. Te coloco boca arriba en la cama y contemplo tu cuerpo por unos instantes que parecen eternos.

Me miras perturbada, excitada y encendida; pero con un escudo de pudor al mismo tiempo, tus ojos reflejan un estertor que me fascina. Tu respiración agitada manifiesta el deseo en el que nos inundamos.

Entre caricias y besos, nos desnudamos el alma. Ante el excitante preludio, estamos listos para unir nuestros cuerpos…

15 diciembre, 2006

ÉRASE UNA VEZ

Érase una vez la historia de las ausencias, de los que ahora ya no están, pero que en algún lugar del mundo siguen existiendo.

Los objetos le decían cosas acerca de ella, y las escuchaba como si fueran ciertas; serían acaso verdades las que le contaban o tan sólo era su imaginación la que lo hacía pensar que ella estaba allí, en esos brazos maltrechos, en esos labios yertos, en la esfera de esa fuerza creadora que los locos llaman amor.

Si vuelve un día, ella se acordará de esa historia, tan llena siempre de las ausencias, y si esto sucede, no la dejará morir indefensa en el cúmulo de los momentos menos valederos.
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