27 septiembre, 2006

INDECIBLE PALPITAR




Ante los ojos de los demás,

pareciera que surgen de la nada,

las huellas dolosas que se van traduciendo

en voluntades evidenciadas.


Cuando la avidez de tu boca

se aferra a mi cuello capturado,

sólo mis ruegos prevalecen bajo el goce

de tus mordiscos despiadados.


Cómplice de una pasión incesante,

van saliendo marcas violáceas

y un indecible palpitar se extiende

sobre mi piel amoratada.


Placenteras muestras que me deleitan,

sin saber bien a bien cómo ni cuándo,

son esos tatuajes los que delatan,

el ímpetu de un cariño desenfrenado.

Intentas calmar tu sed como en un ritual

con la sangre ofrendada,

en el atrevimiento de hacerme tuyo,

la entrega fiel queda sellada.


Vuelves a succionar desde la garganta,

dejando mi pecho completamente transformado

y nuestros instintos más profundos cohabitan,

en el juego indiscreto de los enamorados.

DULCES TENTACIONES


Si yo te amo en todas tus facetas,

en cada roce, en cada respiro,

ten en cuenta que es la inercia; sólo la inercia,

inaudita fuerza de una química secreta.


Si yo contigo desdoblo alas inmensas,

suspiros disfrazados, miradas indiscretas,

es tu fondo aunque también tu forma,

lo que me hace perder el piso ahora,

lo que provoca que pierda la cabeza .


Y es difícil mantenerse esquivo,

mostrar ante todo cierta indiferencia,

pues tus palabras, tus ojos, tu sonrisa,

dan comienzo, rienda suelta,

a las dulces tentaciones de besar tu ombligo .


Eres la manzana de la discordia,

dama insomne que alguien puso en mi camino,

sólo déjame rodear la estrechez de tu cintura,

yo, soy un náufrago que busca olvido.



DORADA ESPIRAL



Hoy, mientras divagaba cavilando insignificancias, llegó a mi mente la respuesta a uno de los mayores enigmas que ha desatado las discusiones más acaloradas y que encierran el verdadero fundamento del lenguaje.

Llegué, sin darme cuenta, a una conclusión reveladora. Sabemos que el mundo está hecho de palabras, pues gracias a ellas se hace posible el entendimiento y nuestro entorno encuentra un aparente significado. Pero aunque parezca imposible, la materia se conforma primero a través de los números.

Cada ser vivo y cada objeto inanimado están regidos por dicho precepto. Las hojas de los árboles, los ríos, las aves y las estrellas. Los terremotos, los hoyos negros y los depredadores. La cifra infinita de esa secuencia numérica representa el tiempo, a través del cual todos los elementos del universo, incluso los más difusos, guardan una lógica matemática cuyo tejido es único e irrepetible.

Luego entonces, caigo en cuenta de que en un principio fueron los números, y no la palabra, como se ha repetido litúrgicamente desde el umbral de las civilizaciones modernas.

Esa dorada espiral de símbolos, traducida en números, confluye en cada una de nuestras células; la tenemos tatuada en cada átomo y nos valemos de las palabras, dadoras de sentido, para acercarnos a ese referente que mide absolutamente todo lo que nos rodea.

Para el escritor es difícil concebirlo de esta forma y en sus oídos suena a herejía, pero sin duda, ese es el único origen del que sus obsesivas preguntas pueden rescatar una respuesta meritoria.


COQUETERÍA INNATA


Yo sólo le escribo a esa morena, mujer soleada en el ocaso de la tarde, fragor que incita la última puesta de un sol luminoso y radiante. Rumor de jilgueros que acechan la estilizada silueta de una amazona en su hábitat; voces que se acallan hablan de su ancestral exquisitez.

Pero de espaldas, sentada en el pasto, asemeja el busto tallado de una diosa griega, esculturales formas de un ser destinado a la alabanza, al grato homenaje de los mejores halagos; portentosa dueña de una singular belleza.

Posa rodeada del candor de los frutos en primavera, de las presencias indeseadas que la espían, del manto de nubes densas que imitan la inquietante forma de su espesa cabellera.

Junto a ella, pareciera que no hay mayor creación de la naturaleza; frente a mí, descansa encumbrada en el despliegue de sus infalibles artificios, de su arsenal de coquetería innata, de la mirada inocente y pícara con la que caigo rendido a sus caprichos.

SERÁS UN TATUAJE EN MI MENTE


Tras pensar un poco cómo fue que te conocí, me doy cuenta que la vida tiene un sinfín de sorpresas insospechadas. ¿Quién lo hubiera pensado, cuando me atreví a copiar sin remordimientos la dirección de tu correo electrónico, que más tarde podría conversar precisamente contigo?

Ni siquiera recuerdo de qué asunto trataba el mensaje que llegó a mi buzón, y del remitente, mucho menos, pero me bastó darle un vistazo para adivinarte entre la lista de destinatarios. Siempre he dicho que los grandes encuentros suceden gracias al azar.

Siguiendo su lógica difusa, donde todo puede ser posible si se reúnen los elementos necesarios, me tomé la libertad de retarlo, de invocar su despliegue de asombrosas coincidencias. Imagínate, con tantos millones de posibilidades, con tantos usurarios en el mundo navegando por la red, descubrirte a ti ha sido una verdadera casualidad.

Al principio, lo único que supuse es que me rechazarías de inmediato. Hay tanta gente dañina husmeando en Internet, que ante la incertidumbre hubiera sido obvio que me confundieras con algún hacker, de esos que logran burlar los sistemas más sólidos de seguridad, y que me bloquearas con un simple clic sin mayor explicación.

Por tanto, me pareció una suerte también que confundieras mi nombre y apellido. Sin embargo, nunca hubiera sabido que existías si no hubiera empleado un método tan peculiar, no me hubiera enterado que eras de un país que no es México, y ni siquiera me hubieras platicado que te gustaría viajar a España tanto como a mí.

Cuando supe que eras peruana, nació en mis adentros una curiosidad por saber más detalles de tu vida, de tus gustos, de tus fobias y de tus preocupaciones cotidianas. Paulatinamente me acostumbré a llenarme de preguntas por las mañanas, a cultivar una admiración secreta por todo lo que tenía que ver contigo. Por las tardes encendía mi ordenador con la esperanza de verte en línea, de cruzar unas palabras que rompieran el hielo y nos ayudaran a sentirnos en confianza.

Así, nuestras conversaciones se fueron tejiendo con una naturalidad inusitada. Entre iconos y guiños virtuales les fuimos dando forma, con las ventajas de mantener un diálogo sincero, a pesar de no llevarlo a cabo frente a frente. Luego, sin subestimar las maravillas de la tecnología, pude ver tu rostro sereno, tu figura inquietante, tu cabello cayendo sobre tus tímidos hombros y esa sonrisa tuya dibujada en el contorno de tus labios. Te sentí tan cerca, que se borraron todas las dudas y confirmé la grata impresión que tenían tus encantos sobre mí.

Te pedí que fuéramos algo más, consciente de que mi propuesta se oía como la petición más descabellada, y aceptaste con la promesa de improvisar por un camino inédito, totalmente inexplorado. Esa noche llegaste hasta mis sueños para cambiar su rumbo normal, para darle un giro completo al mundo de lo imposible, para colarte entre las nubes de mi pensamiento en reposo y adueñarte de mis emociones contenidas. Te aprecié con los ojos cerrados y me pareciste aún más bella, vestida con las sedas del pudor, hablando en voz baja, acomedida en todo momento, sin abandonar nuestra habitación imaginaria.

Ahora quisiera seguir soñando contigo, pero despierto, en el territorio de lo tangible, de lo palpable, de lo real. Sueño con la posibilidad de tenerte aquí a mi lado, en este caprichoso presente, en la dimensión alcanzable de saberte todos los días, pero juntos, con la certeza de que serás la huella más lúcida en el laberinto de mis quereres. En la travesura permanente de sentir el pensamiento y pensar el sentimiento, te escribo convencido de que serás un tatuaje en mi mente, un recuerdo imborrable en la memoria, a pesar de los pesares.
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