28 enero, 2007

DESNUDANDO NUESTRO SER



Apareciste un día, de la nada, y como de la nada te aprendí a querer. Nos fuimos empalmando en una maraña de sentimientos. Casualidad, bella casualidad. El amor nos llegó, y con ello el deseo, el vehemente sueño de tenernos.

Te he dicho que mi cama está vacía sin ti, pero no que noche a noche la ocupas espiritualmente. Es allí donde haces que sucedan tan maravillosas experiencias para mí.

Cuando cierro los ojos, abrazo mi almohada, te siento venir hacia mí, parado al pie de la cama, te tomo entre mis brazos, acaricio cada parte de tu cuerpo y mis labios son como olas que te arrasan violentamente, cruzando por las profundidades y las elevaciones naturales en ti.

Tus manos se deslizan por mi cuerpo y vibrando me entrego a ti; nuestro fluidos salen a la brevedad y te siento completamente humedecida de amor. Con mi virilidad penetro en ese oleaje con emoción, sumergido totalmente, acompasadamente, como la melodía mas bella a los oídos.

Así, te siento y te gozo con suavidad, una y otra vez, entro en tus resquicios con el poder majestuoso de un incesante balanceo; te siento en tu totalidad, dentro de ti me hundo y me vuelvo introducir así, mientras pasa una infinidad de minutos.

Pronostico tu roce en mí, como un vendaval que llega hasta lo más profundo de mi ser, y siento como mi cuerpo se abandona cabalmente, como va cayendo en un abismo de éxtasis único.

Se estremece mi cuerpo, me vuelvo frágil ante tanto placer; cual barco en alta mar me dejo llevar por la tormenta de tus besos y, sin oponer resistencia, seguimos el rumbo de las delicias que nos otorgamos en este viaje. Los dos a la vez, entregándonos amorosamente en la intimidad de nuestras vidas, de nuestras almas, desnudando nuestro ser.


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