21 abril, 2007

UN PLACER TANTAS VECES POSTERGADO


En la más completa calma, alargando más la duración del instante contemplativo, las cosas toman el valor en su justa medida, y la sensatez avala el buen juicio en cada acto, en cada posible arrepentimiento.



Dejamos reposar nuestras intenciones para evitar las secuelas de lo precipitado; para no resbalar con la misma piedra en el camino de las equivocaciones.


Sabemos a ciencia cierta, que siempre es bueno rodear los obstáculos, y que si nos caemos, no importa cuantas veces nos suceda, tendrá más mérito si logramos volver a levantarnos.



Con los párpados hinchados y el desvelo subsecuente por la desvelada, saludo el inicio de otra semana, del horizonte nublado y el escalofrío que provoca el viento gélido que se cuela por debajo de las puertas.



La sensación de sobriedad es tanta que satura todos los poros, acapara las ideas y sin poder transpirar se condensan nuestras ataduras. En una atmósfera propicia, bajo el rumor sutil del misticismo, salta a la luz la esencia de nuestros desvelos, la necesidad imperiosa de conquistar el éxtasis de un placer tantas veces postergado.

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