02 febrero, 2007

UN PLACER SIMULTÁNEO


Fue un orgasmo tan preciso como tus movimientos ondulares. Fue la consecuencia tácita de un ritmo imaginario, de un tempo que nos atrapó desde que comencé a besarte y ambos cerramos los ojos, juntamos las almas e iniciamos un diálogo de urgentes afirmaciones.

Te seguí besando en las mejillas, pero esta vez con las manos; en el cuello, en los costados; con las manos también besé el contorno de tus senos, como la culminación de una ceremonia libre de pretextos, despojándote de las prendas de tu provocativa indumentaria, dejándote llevar por los aires y hasta el piso, donde quedaron las prendas sin cuerpo, en cada beso de mis dedos.

Sujetos a la inercia de una cadencia intuida, nuestros cuerpos quedan prendados de un mismo deseo, pero jugamos a retrasar la explosión que se avecina. La punta de mi lengua bordea la curva de tus pechos, y los muerde como tus dientes a mi lengua, que serpentea entre las líneas de tus muslos, hasta sentir que se quema al chocar contra tus labios.

Mi boca es una mano que levanta tus piernas, las detiene por debajo y se hunde en tus adentros. Tu cuello es un roce buscando la caricia insólita de mi pecho. Tus pies entrelazados en mi espalda, tu sexo que abraza mi sexo, que se resiste a derretirse en el tuyo, ante la fricción en juego, transpiramos un elixir de sudores improvisados.

La sangre nos palpita en las venas; el impulso lo llevamos dentro, lo demás es circunstancia de un instante que nos atraviesa como hondonada, fragmentando los segundos de un instinto, en la habitación impregnada de nosotros mismos. Aprietas los ojos, mi espalda y tu voz se vuelve un grito recóndito, una erupción de jadeos que me arrastran en la consecución del goce de un placer simultáneo.


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