
Te escribo porque quizá no me atreva a hablarlo. Hay todo por decirnos, pero a veces es mejor dejárselo a las palabras. Te veo y me conmueve tu vida pasada; lo que apenas conozco de ti.
He podido verme en tus ojos cuando ríes o incluso cuando te horrorizas ante la muerte. He olido tu aroma al acercarme a tu cuello, ese olor dulce que se adhiere a la tersura de tu piel y me he tenido que contener para no robarte un beso intempestivo.
Otras personas intentan acercar nuestras almas y tan sólo me pregunto si su iniciativa podrá tener algún sentido para ambos; si acaso un día o una noche nos atreveremos a seguir sus consejos y nos dejaremos llevar por esa magia que se despierta si nos encontramos.
¿Será que así es la vida, y que cuando estamos listos para querer a alguien sólo debemos estar en ese mismo camino donde congeniamos?
He podido verme en tus ojos cuando ríes o incluso cuando te horrorizas ante la muerte. He olido tu aroma al acercarme a tu cuello, ese olor dulce que se adhiere a la tersura de tu piel y me he tenido que contener para no robarte un beso intempestivo.
Otras personas intentan acercar nuestras almas y tan sólo me pregunto si su iniciativa podrá tener algún sentido para ambos; si acaso un día o una noche nos atreveremos a seguir sus consejos y nos dejaremos llevar por esa magia que se despierta si nos encontramos.
¿Será que así es la vida, y que cuando estamos listos para querer a alguien sólo debemos estar en ese mismo camino donde congeniamos?