18 febrero, 2010

NO CREÍ QUE EL MUNDO FUERA TAN PEQUEÑO



Todo sucedió con la misma inmediatez que posee el flash de una cámara fotográfica. Fue como si despertara de un letargo incalculable, abriendo los párpados entumecidos a una visión inesperada y efímera. Con la presteza necesaria alcancé a capturar la imagen vivaz de tu cabello radiante.

Pero en esos breves momentos donde el tiempo nos volvió a encontrar, lo primero que percibí fue esa sensualidad contenida en tu sonrisa y el reflejo de una grata sorpresa conjugada en ambos.

Dudé de mis ojos, pero no los culpé cuando manifestaron su incredulidad al verte en el lugar menos esperado. No creí que el mundo fuera tan pequeño, ni que la casualidad nos jugara bromas tan azarosas que nos pusieran en entredicho.

Tú, que habías pasado de largo en la extravagancia de mis pensamientos suprimidos, colgada como enredadera de otra mano, aparecías de pronto de forma instantánea y me adivinabas frente a ti, casi sin poder disimularlo.

Deseé que hubieses actuado diferente, que hubieses dicho algo, que hubieses tenido el valor de mirarme a través de su hombro, que me hubieses abierto los brazos, que me mintieras un poco; que por lo menos,  nos hubiésemos mirado como antes.

De inmediato reconocí los contornos de tu cara, recuperando fragmentos abandonados de lo que fuimos, únicamente para volver a la realidad de tu recuerdo y darme cuenta de que caminabas inquebrantable con el desenfado de saberte muy lejos, aunque pasaras a mi lado.

Quise guardarlo en secreto, ocultarlo ante el mundo y sepultarte de nuevo en mis adentros, pero en un brote de nostálgica alegría no pude detenerme más y terminé contándole nuestro breve encuentro a un amigo desinteresado, comparsa en la celebración de las palabras relatadas.

Al otro día, tomo el teléfono con la memoria temblorosa,  y con la sudoración en las palmas de las manos trato de marcar tu número, recuperado de una agenda ya en desuso.

Me alegra escuchar tu voz otra vez; vuelvo a sonreír solo, le doy otra oportunidad a este amor viajero, delirando ante los resabios del sentimiento encapsulado que sigue existiendo en algún lugar de mi interior. Luego, sin poder dejarte del todo, regreso a mi soledad, paraíso extraño donde te miro alejándote en un enorme crescendo que se remonta a la inevitable distancia

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