Nos despedimos momentáneamente para reencontrarnos más adelante, en una variante de atmósferas apasionadas. El reloj sigue marcando sus horas mientras a nosotros nos cuesta más trabajo despedirnos. Las horas nos sobrepasan luego de habernos excedido.
Atemporales encomiamos a los siete azahares que se confabulan entre un sinfín de acuosas texturas. nos despojamos de las inseguridades y nos abandonamos solamente con el apego de sabernos acompañados.
Reconfortados desde el interior que nos da la pauta en los suntuosos ritmos acorazados. En aquella tonalidad de efluvios mezclados a través de dos pieles que se presienten desde la nada.
Atormentados por un palpitar que nos conmociona bajo rumbos nunca antes desbordados. Metamorfosis de sensaciones con reposo premeditado de dos espíritus enamorados en ese vínculo inquebrantable donde los arrecifes de la ausencia se estrechan para relajarnos.
Ya no se trata exclusivamente de decirnos un hasta luego, pues en estos instantes hemos conseguido romper el tiempo tal como lo conocemos, para adentrarnos en una dimensión insólita donde somos tú y yo, unidos sin intermitencias.
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